«Chicago no está en quiebra. La financiación de la ciudad que nos merecemos.»
Compilado y editado por Tom Tresser.
¿Por qué este libro?
El alcalde dice que Chicago está en quiebra.
Los diarios dicen que estamos en quiebra.
Los comités de «expertos» y los diseñadores de políticas dicen que estamos en quiebra.
¿les creemos?
¿Cual sería la diferencia para la vida de los habitantes de Chicago y para nuestro futuro si no estuviéramos en quiebra?
Si Chicago NO está en quiebra pasamos de una narrativa de escasez y de «no puedo» a una de autosuficiencia y de posibilidades.
Sería una diferencia profunda para Chicago. La ciudad volvería a defender la legitimidad, la justicia, las oportunidades y las posibilidades.
Yo quiero vivir en una ciudad como esa.
¿Sería mostrar las cartas decir que NO me creo este cuento – sin importar quien lo promueva – de que Chicago está en quiebra?
No me fío de los expertos en este tema. Los expertos nos han mentido una y otra vez y todas esas veces han conseguido dinero para programas que han resultado ser corruptos, desacertados e ineficientes.
¿Por qué tantas personas y entidades influyentes nos retratan a Chicago como una ciudad en quiebra y carente de posibilidades?
Me parece que es porque cuando una ciudad está en quiebra y no tiene ideas para fomentar la prosperidad económica está lista para que la desplumen. Con esto me refiero a la privatización. Me refiero a minar los bienes de muchos para el beneficio de unos pocos.
El Chicago-Sun Times citó al alcalde Richard M. Daley en un artículo titulado «Daley: Dejen de lanzar dardos» del 8 de julio de 2009. Pueden leer el artículo completo y la respuesta editorial aquí: http://tinyurl.com/Stop-Throwing-Darts.
« El alcalde Daley, vehemente, señaló que los Juegos Olímpicos de Verano de 2016 eran la salvación económica de Chicago, pero advirtió que la ciudad podría perder la lotería olímpica «si la gente sigue lanzando dardos...éste es el único motor económico. Estamos hablando de empleos y de contratos ...que irían a parar a Chicago.» Juró que nunca dejaría a la ciudad en bancarrota y que los contribuyentes no tendrían que pagar ni un centavo por los Juegos Olímpicos de 2016.»
El artículo concluía con una confesión alarmante del alcalde, «La gente puede discutirlo, pero éste es el mejor motor económico con el que contamos. No puedo sacarme nada más de la manga.»
Era una admisión vergonzosa de falta de imaginación urbana y de dependencia en una estrategia que ha demostrado ser ostensiblemente desastrosa para fomentar la prosperidad de la ciudad.
Y todos los medios de comunicación importantes, las instituciones ciudadanas y los diseñadores de políticas respaldaron la apuesta.
Chicago perdió las Olimpiadas de 2016 en la primera ronda de votaciones del Comité Olímpico Internacional el 2 de octubre de 2009. Muchos se retorcieron las manos por los empleos y los beneficios económicos perdidos pero no hubo ninguna reflexión honesta ni ningún análisis de lo que acababa de sucederle a Chicago.
En lugar de eso, el alcalde Daley decidió jubilarse y se eligió a Rahm Emanuel como alcalde de Chicago.
Desde entonces ha habido tres Olimpiadas, y cada una ha sido peor que la precedente en lo referente a los excesos, la corrupción y el caos económico del gobierno que las ha hospedado.
Ahora, siete años más tarde, los diarios de Chicago (que respaldaron la apuesta) escriben editoriales sobre la suerte que ha tenido Chicago de ESCAPAR de los Juegos Olímpicos de 2016.
Lo que con toda seguridad HABRÍAN HECHO los Juegos Olímpicos habría sido privatizar la ciudad por siete años y colmar de millones de dólares al mismo equipo de consultores, firmas de servicios financieros, bancos, comerciantes y compañías de construcción que han engordado gracias a sus lazos con el poder de Chicago. No habrían hecho NADA por el 99% de la gente de Chicago.
O sea que tal vez no sea muy acertado creer lo que nos dicen los «expertos», los medios de comunicación, los grupos de reflexión y demás personajes influyentes cuando nos cuentan como son o no son las cosas.
El cuento de la pobreza de la ciudad y de la falta de ideas sigue vigente desde los tiempos del alcalde Daley hasta el presente. Todavía tratamos de privatizar los bienes públicos y corremos tras ideales que benefician a los millonarios en detrimento del bienestar público. En este mismo momento, por ejemplo, el alcalde Emmanuel parece estar obsesionado en darle tierras invaluables de la orilla del lago al creador de La Guerra de las Galaxias, George Lucas, y ha propuesto derribar parte del centro de convenciones y volver a construir otro por más de 1000 millones de dólares.
Hemos visto que se han cerrado 49 escuelas públicas, se han clausurado seis clínicas públicas de salud mental, se han restringido los servicios de transportes del CTA (Chicago Transit Authority), los programas del Park District han incrementado sus costos y se amenaza la infraestructura de la educación pública con una nueva ronda de recortes. Hemos visto que el Impuesto de Incremento de los distritos financieros (TIF) ha colmado de millones de dólares a promotores privados. Hemos visto a concejales que han ido a parar a la cárcel, a un ejecutivo de las Escuelas Públicas de Chicago condenado a pena de cárcel y que se ha disparado contra afroamericanos desarmados en las calles y en sus casas. Un informe del departamento de policía de Chicago emitido por el Cuerpo Especial sobre Responsabilidad Policial pone en cuestionamiento en los términos más duros posibles las condiciones más básicas de justicia, veracidad y responsabilidad en Chicago.
Siempre parece haber dinero de sobra para algunas partes de la ciudad y para proyectos apreciados y favorecidos por el alcalde y sus aliados. Pero la mayoría de la ciudad, la que no se circunscribe a los cinco distritos electorales del Super Loop, sigue teniendo el mismo aspecto que tenía hace diez o incluso hace veinte años.
Hay muchas razones para desconfiar del alcalde cuando nos dice que Chicago está en quiebra.
Hay muchos ejemplos de resolución de problemas urbanos en toda la ciudad que dirimen de modo efectivo con problemas económicos y sociales complejos y que llevan ahi desde hace mucho tiempo. Las lideran defensores de la ciudad apasionados, con experiencia y con talento. Sencillamente les falta poder.
Y dinero.
Este libro intenta corregir las actas y sugiere que tengamos una conversación que incluya a toda la ciudad sobre lo que es posible en Chicago.
Este libro se divide en tres partes:
La primera parte es sobre el dinero que se nos ha robado. Este dinero no debería haberse gastado ni seguir gastándose. El Profesor Dick Simpson, experto en corrupción, y el periodista de investigación Thomas J. Gradel la inician con «El Costo de la Corrupción en Chicago». Después seguimos con «El Costo de los Tratos Sucios de los Bancos de Chicago» de Jackson Potter del sindicato de maestros de Chicago y concluímos con «El Costo de los Abusos Policiales» de Jamie Kaven del Invisible Institute (y reciente ganador del Premio Polk por sus reportajes sobre el asesinato de Laquan McDonald).
La segunda parte es sobre el dinero que se nos oculta. Es una sección de un solo capítulo en la que se presenta mi ensayo: «TIF – Miles de millones fuera de los Libros de Contaduría». Trata de los impuestos de propiedad recaudados por el Impuesto de Incrementos de los distritos financieros .
La tercera parte es sobre el dinero que no se recauda pero que se debería recaudar. En esta sección Hilary Denk de la Liga de Mujeres Votantes de Illinois escribe sobre «Un Impuesto de Ingresos Progresista para Illinois». Los profesores Ron Baiman y Bill Barclay del Chicago Political Economy Group hablan de «Un impuesto de Transacciones Financieras para Chicago» y Aymara Enyia, candidata a la alcaldía de Chicago en las elecciones de 2015, presenta: «Un Banco Público para Chicago».
La conclusión del libro la da Jonathan Peck, director de Justicia Restaurativa de Alternatives Inc, que reflexiona sobre las ideas expuestas en el libro y nos proporciona algunos Pasos a Seguir.
Este libro es el principio de lo que espero que se convierta en una investigación de base y en un programa de educación y de planificación de proyectos de toda la ciudad. Pueden encontrar más sobre este tema en la sección «Pongámonos a Trabajar» al final del libro.
Espero contar con su ayuda para demostrar que Chicago no está en quiebra y que podemos sacarnos de la manga UN MONTÓN de soluciones ciudadanas.
Tom Tresser,
Educador Cívico, Defensor Público.
Junio de 2016.
tom@civiclab.us
773-770-5714
Traducido por Angelina Llongueras.
Compilado y editado por Tom Tresser.
¿Por qué este libro?
El alcalde dice que Chicago está en quiebra.
Los diarios dicen que estamos en quiebra.
Los comités de «expertos» y los diseñadores de políticas dicen que estamos en quiebra.
¿les creemos?
¿Cual sería la diferencia para la vida de los habitantes de Chicago y para nuestro futuro si no estuviéramos en quiebra?
Si Chicago NO está en quiebra pasamos de una narrativa de escasez y de «no puedo» a una de autosuficiencia y de posibilidades.
Sería una diferencia profunda para Chicago. La ciudad volvería a defender la legitimidad, la justicia, las oportunidades y las posibilidades.
Yo quiero vivir en una ciudad como esa.
¿Sería mostrar las cartas decir que NO me creo este cuento – sin importar quien lo promueva – de que Chicago está en quiebra?
No me fío de los expertos en este tema. Los expertos nos han mentido una y otra vez y todas esas veces han conseguido dinero para programas que han resultado ser corruptos, desacertados e ineficientes.
¿Por qué tantas personas y entidades influyentes nos retratan a Chicago como una ciudad en quiebra y carente de posibilidades?
Me parece que es porque cuando una ciudad está en quiebra y no tiene ideas para fomentar la prosperidad económica está lista para que la desplumen. Con esto me refiero a la privatización. Me refiero a minar los bienes de muchos para el beneficio de unos pocos.
El Chicago-Sun Times citó al alcalde Richard M. Daley en un artículo titulado «Daley: Dejen de lanzar dardos» del 8 de julio de 2009. Pueden leer el artículo completo y la respuesta editorial aquí: http://tinyurl.com/Stop-Throwing-Darts.
« El alcalde Daley, vehemente, señaló que los Juegos Olímpicos de Verano de 2016 eran la salvación económica de Chicago, pero advirtió que la ciudad podría perder la lotería olímpica «si la gente sigue lanzando dardos...éste es el único motor económico. Estamos hablando de empleos y de contratos ...que irían a parar a Chicago.» Juró que nunca dejaría a la ciudad en bancarrota y que los contribuyentes no tendrían que pagar ni un centavo por los Juegos Olímpicos de 2016.»
El artículo concluía con una confesión alarmante del alcalde, «La gente puede discutirlo, pero éste es el mejor motor económico con el que contamos. No puedo sacarme nada más de la manga.»
Era una admisión vergonzosa de falta de imaginación urbana y de dependencia en una estrategia que ha demostrado ser ostensiblemente desastrosa para fomentar la prosperidad de la ciudad.
Y todos los medios de comunicación importantes, las instituciones ciudadanas y los diseñadores de políticas respaldaron la apuesta.
Chicago perdió las Olimpiadas de 2016 en la primera ronda de votaciones del Comité Olímpico Internacional el 2 de octubre de 2009. Muchos se retorcieron las manos por los empleos y los beneficios económicos perdidos pero no hubo ninguna reflexión honesta ni ningún análisis de lo que acababa de sucederle a Chicago.
En lugar de eso, el alcalde Daley decidió jubilarse y se eligió a Rahm Emanuel como alcalde de Chicago.
Desde entonces ha habido tres Olimpiadas, y cada una ha sido peor que la precedente en lo referente a los excesos, la corrupción y el caos económico del gobierno que las ha hospedado.
Ahora, siete años más tarde, los diarios de Chicago (que respaldaron la apuesta) escriben editoriales sobre la suerte que ha tenido Chicago de ESCAPAR de los Juegos Olímpicos de 2016.
Lo que con toda seguridad HABRÍAN HECHO los Juegos Olímpicos habría sido privatizar la ciudad por siete años y colmar de millones de dólares al mismo equipo de consultores, firmas de servicios financieros, bancos, comerciantes y compañías de construcción que han engordado gracias a sus lazos con el poder de Chicago. No habrían hecho NADA por el 99% de la gente de Chicago.
O sea que tal vez no sea muy acertado creer lo que nos dicen los «expertos», los medios de comunicación, los grupos de reflexión y demás personajes influyentes cuando nos cuentan como son o no son las cosas.
El cuento de la pobreza de la ciudad y de la falta de ideas sigue vigente desde los tiempos del alcalde Daley hasta el presente. Todavía tratamos de privatizar los bienes públicos y corremos tras ideales que benefician a los millonarios en detrimento del bienestar público. En este mismo momento, por ejemplo, el alcalde Emmanuel parece estar obsesionado en darle tierras invaluables de la orilla del lago al creador de La Guerra de las Galaxias, George Lucas, y ha propuesto derribar parte del centro de convenciones y volver a construir otro por más de 1000 millones de dólares.
Hemos visto que se han cerrado 49 escuelas públicas, se han clausurado seis clínicas públicas de salud mental, se han restringido los servicios de transportes del CTA (Chicago Transit Authority), los programas del Park District han incrementado sus costos y se amenaza la infraestructura de la educación pública con una nueva ronda de recortes. Hemos visto que el Impuesto de Incremento de los distritos financieros (TIF) ha colmado de millones de dólares a promotores privados. Hemos visto a concejales que han ido a parar a la cárcel, a un ejecutivo de las Escuelas Públicas de Chicago condenado a pena de cárcel y que se ha disparado contra afroamericanos desarmados en las calles y en sus casas. Un informe del departamento de policía de Chicago emitido por el Cuerpo Especial sobre Responsabilidad Policial pone en cuestionamiento en los términos más duros posibles las condiciones más básicas de justicia, veracidad y responsabilidad en Chicago.
Siempre parece haber dinero de sobra para algunas partes de la ciudad y para proyectos apreciados y favorecidos por el alcalde y sus aliados. Pero la mayoría de la ciudad, la que no se circunscribe a los cinco distritos electorales del Super Loop, sigue teniendo el mismo aspecto que tenía hace diez o incluso hace veinte años.
Hay muchas razones para desconfiar del alcalde cuando nos dice que Chicago está en quiebra.
Hay muchos ejemplos de resolución de problemas urbanos en toda la ciudad que dirimen de modo efectivo con problemas económicos y sociales complejos y que llevan ahi desde hace mucho tiempo. Las lideran defensores de la ciudad apasionados, con experiencia y con talento. Sencillamente les falta poder.
Y dinero.
Este libro intenta corregir las actas y sugiere que tengamos una conversación que incluya a toda la ciudad sobre lo que es posible en Chicago.
Este libro se divide en tres partes:
La primera parte es sobre el dinero que se nos ha robado. Este dinero no debería haberse gastado ni seguir gastándose. El Profesor Dick Simpson, experto en corrupción, y el periodista de investigación Thomas J. Gradel la inician con «El Costo de la Corrupción en Chicago». Después seguimos con «El Costo de los Tratos Sucios de los Bancos de Chicago» de Jackson Potter del sindicato de maestros de Chicago y concluímos con «El Costo de los Abusos Policiales» de Jamie Kaven del Invisible Institute (y reciente ganador del Premio Polk por sus reportajes sobre el asesinato de Laquan McDonald).
La segunda parte es sobre el dinero que se nos oculta. Es una sección de un solo capítulo en la que se presenta mi ensayo: «TIF – Miles de millones fuera de los Libros de Contaduría». Trata de los impuestos de propiedad recaudados por el Impuesto de Incrementos de los distritos financieros .
La tercera parte es sobre el dinero que no se recauda pero que se debería recaudar. En esta sección Hilary Denk de la Liga de Mujeres Votantes de Illinois escribe sobre «Un Impuesto de Ingresos Progresista para Illinois». Los profesores Ron Baiman y Bill Barclay del Chicago Political Economy Group hablan de «Un impuesto de Transacciones Financieras para Chicago» y Aymara Enyia, candidata a la alcaldía de Chicago en las elecciones de 2015, presenta: «Un Banco Público para Chicago».
La conclusión del libro la da Jonathan Peck, director de Justicia Restaurativa de Alternatives Inc, que reflexiona sobre las ideas expuestas en el libro y nos proporciona algunos Pasos a Seguir.
Este libro es el principio de lo que espero que se convierta en una investigación de base y en un programa de educación y de planificación de proyectos de toda la ciudad. Pueden encontrar más sobre este tema en la sección «Pongámonos a Trabajar» al final del libro.
Espero contar con su ayuda para demostrar que Chicago no está en quiebra y que podemos sacarnos de la manga UN MONTÓN de soluciones ciudadanas.
Tom Tresser,
Educador Cívico, Defensor Público.
Junio de 2016.
tom@civiclab.us
773-770-5714
Traducido por Angelina Llongueras.